This Is Jazz

Frase




Es admirable que en sociedades con una
elevada tendencia a la exposición
existan personas capaces, por genialidad o estupidez,
de guardar silencio.
No todas las historias merecen ser contadas
aunque todos tengamos algo que decir.

Scottie Pippen

Iggy Pop: Preliminaires (2009)



Supongamos que una noche idéntica a cualquier otra, Mefistófeles se presenta ante nosotros con el siguiente Pacto: el tiempo que duren nuestras vidas seremos unas enormes estrellas de rock. La mayoría rubricaríamos el convenio sin objeciones. A quién no le seduce la idea de dinero, mujeres y diversión ilimitada para toda la vida. Un trato a sola firma que transforma nuestra existencia en un enorme parque de diversiones.

Pero qué pasa si el glamour de la vida rocker se transforma en una rutina que encorva nuestras espaldas. Indefectiblemente adviene el hastío y la alienación. El gran problema para los músicos de rock postcincuenta no fue haber firmado El Pacto sino aburrirse de las regalías.

Recientemente salió Preliminaires, el álbum donde Iggy Pop logró desmarcarse de la maldición del veterano rocker. La formula no es nueva: travistiéndose como crooner el cantante le da un nuevo marco a su carrera. El resultado, contra todo pronóstico, es un rutilante disco. Que para rotularlo de algún modo podríamos clasificar de jazzero. Donde a diferencia de The Great American Song Book de Rod Stewart, abundante en orquestaciones melosas, se destaca la economía de recursos.

Las incursiones del cantante en el género no son nuevas. Hace unos años fue posible verlo compartir escenario junto a Martin, Medeski & Wood. Unos shows que aquellos que pudieron concurrir catalogan de anecdóticos. También es posible encontrar en Preliminaires elementos de la chanson francesa. Aunque las principales influencias no vienen por arriba, jazz y sofisticación europea, sino que su propia obra cimienta esta pieza. El potencial crooner ya habitaba en algunos temas de los Stooges y el período alemán. Este último con China Doll y Lust For Life como emblemas.

Como se señaló antes, Preliminaires es un disco austero, casi minimalista. Las bases, serenas y algo densas, alisan el terreno para que la voz alcance su máxima de riqueza interpretativa dentro de un registro medio.

Pop evade con soltura el cancionero americano interpretado desigualmente por Rod “The Mod” Stewart y logra, gracias a la sutil oscuridad que matiza las románticas canciones, una obra exquisita. Como reza el título y gráfica bellamente la tapa, Preliminaires es el disco ideal para maridar una velada romántica… con perspectivas de soft gore.

Para descargar hace click acá.

En La Playa

srf02

Opera, opera que algo quedará.

El Pepe no es un Santo pero… come on!

Justo pasa esto cuando pasa esto otro. Ni hablar de la Nva. Ley de Radiodifusión.

Durísimo.


Lars Arrhenius, "The Street"

Nietzsche

Nietzsche

The Bad Plus



Po(p)cho

pocho

When General Motors*...



When General Motors has to go to thr bathroom ten times a day, the whole country's ready to let go.

* Rear Window (1954)
La ventana indiscreta
Director: Alfred Hitchcock

Ni en 37 vidas


Por Andrés Biondi

Te miro a los ojos, estás ahí. Mirando fijo. Mi cabeza comienza, como siempre, a viajar, te ve y te ve. Y te recuerda e imagina. Se acerca en silencio, se aleja velozmente, sintiéndose herida. Mi cabeza está allí, en mis ojos, en el espacio que existe entre las dos miradas, sólo pensándote, hundiéndose en tus párpados, en tus ojeras cansadas, en el mirar poderoso que se nos presenta. Mi cabeza quiere entrar, encontrar su refugio detrás de tu nariz, entre ambos ojos, allí donde nacen los sueños, allí donde se nos instala la duda, allí donde el amor se pregunta y re pregunta si es amor o no, allí donde el odio abusa de su ferocidad y me frunce el entrecejo violentamente. Fijo entro por tu miel, dulces venas rojas irritadas ausentes de parpadeos. No vas a llorar, aunque por dentro arde todo. Siento el olor a mar a distancia. Lo huelo en este cubo lleno de ruidos, agobiando de luces verdes, en constante griterío. Flashes, estrella, música y miradas, carne en la boca, labios que sudan en grietas cerradas intentan evitarme. Me invitan a evitarte y al buscarte encuentro tu interés, porque la mirada sigue ahí firme como hace diez segundo, una hora, el mes completo, la eternidad. Finjo moverme y doy el paso real. Siento que nace el amor. Estaba ahí, vivía apenas a unos centímetros de mi vieja posición. Lo recibo con fuerza desde una sonrisa seguramente imaginada por que las facciones no cambiaron. Igual percibo amor al acercarme. Voy hacia tu risa de luz brillante y desconocida. Voy seguro al lugar nuevo que me invitó esa mirada, y abrió la perfección de tus dientes. Ya no hay griterío, ni el verde tiñe el lugar. Tampoco vive el miedo ni escucho voces. Son tus ojos abiertos, casi explotando de amor, lo único que existe. Ya no está tu boca ni su brillantez allí. Nada me guía más que el amor imantando el norte de mi brújula que eleva mi paso lento en busca del calor necesario para continuar viviendo en esta tensa mirada compartida. Este amor gigante que llegó para ambientar desde aquí el mundo completo no lo podré explicar jamás, ni utilizando todas las palabras existentes en la lengua castellana, ni leyendo la totalidad de los poemas alguna vez publicados. Tardaría treinta y siete vidas en encontrar la palabra justa que encienda la chispa del fuego que se me presenta en estos metros. Entre mi cuerpo y esos ojos hermosamente ásperos, viejos, cansados; hay amor. No existe explicación que pueda decir como llegó aquí. No busco que me cuenten en que momento el fuego irrumpió en esta mirada constante, extendida. No deseo saber que quemó este fuego, ni cuantos murieron al intentar atravesarlo. No quiero imaginar tus viejos amores, ni tu estado actual. Solo quiero que el tiempo siga así, suspendido en la historia, urgiendo de calor, lleno de presente, rebalsando de hoy, repleto de aquí. Intento llegar a esos labios latiendo. Intento alcanzarlos pero sin mover una sola partícula de aire ni tiempo. Intento alcanzarte en esta plenitud, en esta perfección que solo nuestras miradas contemplan.

Crónica de un Niño Solo*


Consejero del Señor Jiro: Señores Okoma y Ogura, han hecho un buen trabajo fomentando nuestros intereses. Lo apreciamos. Estos regalos son una muestra de gratitud.

Señor Jiro: Asimismo, son un regalo de despedida. Adiós.

{Consejeros del Señor Taro: cara de sorpresa.}

Consejero del Señor Jiro: El Señor Jiro considera poco juicioso el manteneros a su servicio. Quienes traicionan a un amo, pueden traicionar a otro. Un punto de vista razonable. Naturalmente os sentís decepcionados, pero no sintáis rencor. ¿Está claro? ¡Bien!


Diálogo extraído de Ran, Akira Kurosawa (1985)

* Sobre el
deslucido papel de Don Felipe en la campaña de Unión-PRO.

La Búsqueda de Quinn



Tercera y última parte de La Ciudad de Cristal.

Viendo los Pasos del Gigante

Fragmento de Ascensor hacia el Cadalso

Ascensor hacia el Cadalso


Cuando el director de cine galo Louis Malle se enteró del arribo de Miles Davis a Francia su alegría no pudo ser mayor. Corría el año 1957 y Malle estaba en etapa de postproducción de su opera prima como director: Ascensor hacia el Cadalso.

Hasta aquí su filmografía se limitaba al cine documental, género en el cual había incursionado de la mano de Jacques Cousteau en el film Le monde du silence. Película que ganó un Oscar a mejor documental y le valió una Palma de Oro como co-director (el galardón fue compartido con el documentalista oceánico).

Mientras tanto, del otro lado del Atlántico, Miles Davis disfrutaba las mieles del éxito producidas por su primer quinteto compuesto por el ex-boxeador Red Garland, Paul Chambers, Philly Joe Jones y John Coltrane. La carrera del trompetista estaba en ascenso meteórico y las propuestas para tocar en el Viejo Continente no se hicieron esperar. Así es como en el invierno boreal de 1957 Davis emprende un viaje a París donde es recibido con obsecuente admiración por la ensalada de frutas que era la intelectualidad francesa de la época (con Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir a la cabeza).

Gracias al contacto de un técnico de sonido el director Malle, que ya ostentaba cierta popularidad a raíz del mencionado documental, se contacta con Davis y le propone grabar la música de su pelicula. A lo cual el trompetista contesta positivamente poniendo como única condición ver primero algunas escenas del film. La pequeña ocurrencia del pequeño director no pudo ser más feliz, el resultado de las sesiones impulsó un cambio en el sonido de Davis imponiendo un nuevo rumbo en la historia del jazz, alejándolo definitivamente del bebop.

Las sesiones se desarrollaron con una banda de músicos locales que el trompetista, quien había viajado solo, reclutó para tal fin. La propuesta de Miles Davis era novedosa y arriesgada: los temas surgirían a modo de improvisaciones inspiradas por las imágenes que Malle, en sintonía con la Nouvelle Vague, había filmado previamente.

Tal es así que la grabación se realizó sin ningún modelo previo, las ideas surgían de aquello que se proyectaba en la pantalla. Donde las únicas guias dadas por Davis eran un par de acordes sobre los que el contrabajista Pierre Michelot y el baterista Kenny Clarke construían una base rítmica que servía al trompetista para dibujar sus pequeñas piezas sonoras.

La invitación de Malle posibilitó que Davis tuviera una primera aproximación a lo que en muy poco tiempo sería denominado jazz modal. O sea, el estilo que hace pie en las estructuras rítmicas como base para la construcción de líneas por parte de los instrumentos solistas. Esto es posible verlo en Kind of Blue, el disco modal por excelencia, y en LPs de los años 60 y 70 como In a Silent Way y Bitches Brew.

En diciembre de 1957 Davis logró desarrollar un método de trabajo que lo acompañó el resto de su carrera con diferentes grados de alquimia musical y química. En esto tal vez resida el valor y la magia de escuchar Ascenseur Pour l'Échafaud: permitir contemplar en una grabación, que duró tan solo una agitada y fría noche parisina, los próximos 30 años del género.

A continuación les dejamos el link de descarga y las palabras que Boris Vian, espectador de lujo de estas sesiones noctámbulas, le dedicó al disco:

"Esta grabación fue realizada de noche en el estudio Poste Parisien en un ambiente muy distendido. Estaba allí Jeane Moreau, la protagonista de la película, que, de manera encantadora acogía a los músicos y técnicos en un bar improvisado en el estudio. También estaban presentes los productores y técnicos, y Louis Malle, en tirantes, que intentaba sacarle a Miles Davis todo lo que deseaba añadirle a la imagen. Los músicos, totalmente relajados, veían pasar en la pantalla las principales escenas de la película, y situados así en el ambiente, se lanzaban a improvisar a medida que transcurría la proyección. Es de señalar, en la toma Dîner au motel, la extraña sonoridad de la trompeta de Miles. En un momento determinado, un trozo de fragmento de piel se despegó de su labio para ir a colocarse en la boquilla. De Igual manera que los pintores deben a veces al azar la calidad plástica de sus tonos, Miles aceptó con agrado este nuevo elemento " inaudito" en el sentido literal de la palabra, jamás escuchado. No hay duda de que el oyente, incluso privado de las imágenes, será sensible al clima hechizante y trágico creado por el gran músico negro, sostenido admirablemente por sus compañeros de equipo".

Descargar Ascensor hacia el Cadalso

Paul Auster encuentra a Paul Auster


Descargar la Segunda Parte de La Ciudad de Cristal.

Filoso


Michel Foucault.

Remeras


En breve remeras de Johnny Cash y Miles Davis.

Chau Ballard

Un rectángulo naranja aparece en el margen inferior derecho de mi pantalla. Mi hermano me avisa sin muchos preámbulos, como debe ser, que murió James Ballard. Un pequeño vacío se abre paso desde la boca del estómago.

Entro a internet para ver las noticias y encuentro una necrológica hecha por un portal mexicano: J. G. Ballard falleció el "domingo a los 78" "después de una larga enfermedad". Hoy sabemos que era cáncer.

Ballard fue un escritor que se dio el lujo de entretener y pensar los últimos años del Siglo XX y los albores del XXI de una forma descarnada y vivaz. Su partida estremece tanto como su vital obra. Se van a extrañar sus historias plagadas de vértigo, sexo y fría violencia.

Jubileo Kind Of Blue


Han pasado 50 Años desde que Miles Davis, al frente de su Quinteto más famoso, grabó aquél que quizás sea el disco más relevante de la historia del jazz: Kind Of Blue. Disco minimalista, austero y bello este LP inició diferentes generaciones de escuchas en la melomanía.

Desde TD y a modo de humilde homenaje publicamos a continuación una traducción de La improvisación en el Jazz. La nota en clave Zen que el pianista Bill Evans escribió para la contratapa del vinilo original.

También podrán encontrar el link para descargar el disco en su versión original. O sea, sin los bonus track de las últimas reediciones en cd y 50 Aniversario. Aunque a modo de compensación relativa les dejamos las tapas y contratapas.

Breve Ficha Técnica:

Tracks

1-So What
2-Freddie Freeloader
3-Blue in Green
4-All Blues
5-Flamenco Sketches

Personnel

Miles Davis trumpet
Julian "Cannonball" Adderley alto saxophone (except #3)
John Coltrane tenor saxophone
Wynton Kelly piano (#2)
Bill Evans piano (all others)
Paul Chambers bass
Jimmy Cobb drums

Irving Townsend producer
Teo Maceo producer

Download

Disco:
http://www.sendspace.com/file/esg5f9

Tapas:
http://www.sendspace.com/file/w50vtw

La improvisación en el jazz*


Foto: John Coltrane, Cannonball Adderley, Miles Davis Y Bill Evans laburan Kind of Blue

Por Bill Evans


Existe una forma de pintura japonesa en la que el artista se ve forzado a ser espontáneo. Pues al pintar sobre un fino y pequeño pergamino o lienzo, con un pincel especial y tinta negra, debe evitar cualquier movimiento antinatural o abrupto que quiebre la línea o destruya la tela. Tampoco existe en este arte la posibilidad de borrar ni de hacer cambios. Por eso, estos artistas deben practicar una disciplina particular, donde la idea que quieren expresar se debe comunicar a la mano de un modo tan directo que no puede interferir la reflexión.

Los cuadros así pintados carecen de la compleja composición y de las texturas de las pinturas realizadas con otras técnicas, pero se dice que aquellos que las miran encontrarán algo capturado que escapa a la explicación.

Esta convicción de que la acción directa es la reflexión más llena de significado ha intervenido, en mi opinión, en la evolución de disciplinas extremadamente rígidas y especiales como son las del músico de jazz o del improvisador.

La improvisación en grupo es un desafío superior. Además del importante problema técnico del pensamiento colectivo coherente, está el humano mismo, es decir, la necesidad social de la comprensión y empatía de todos los miembros para obtener un resultado común. Este gran problema, pienso, ha sido maravillosamente resuelto en esta grabación.

Como el pintor necesita de su lienzo como estructura, el grupo musical que improvisa necesita del tiempo. Miles Davis presenta aquí estructuras que son exquisitas en su simplicidad y que contienen todo lo necesario para estimular la performance con una segura referencia al concepto primario.

Miles concibió estos ajustes solo horas antes de la grabación, y llegó con los bosquejos que indicaban al grupo lo que debía ser tocado. Por lo tanto, en este disco usted escuchará algo muy cercano a la espontaneidad pura. El grupo nunca había tocado esto antes de las grabaciones, y pienso sin excepción, que la primera versión completa quedó grabada en la primera toma.

Si bien esto no es algo inusual para un músico de jazz, del cual se espera que improvise sobre el nuevo material en una sesión de grabación, el carácter de estas piezas representa un particular desafío.

* Gracias be loved Fan por la traducción.

Ascenseur Pour l'Échafaud


Técnica compuesta: Lápiz/Tinta/Photoshop.

La Ciudad de Cristal


En 1995 el dibujante David Mazzucchelli y el guionista Paul Karasik publicaron por medio de la editorial norteamericana Avon Books la adaptación al cómic de aquella que es quizás una de las más populares novelas escritas por el norteamericano Paul Auster: La Ciudad de Cristal (1985).

La novela compone junto con Fantasmas y La habitación cerrada (ambas de 1986) la Trilogía de Nueva York. Relato esquizofrénico, policial negro y revisión posmo del Quijote Mazzucchelli y Karasik lograrón traducir en imágenes de riguroso blanco y negro el clima de agobiante opresión que Auster imprime en La Ciudad de Cristal, generando escenas inquietantes y de lúgubre belleza como aquella que circunda a los cementerios. Donde una New York oscura, que bien podría haber sido cualquier gran ciudad del mundo, es el escenario que escritor y exegetas brindan al atormentado protagonista de la historia Daniel Quinn.

City of Glass, tal su nombre original en inglés, no solo menta sobre la locura y la soledad sino que es una aguda reflexión sobre la ciudad como territorio mágico, como universo de lo posible.

Los autores del Cómic

El dibujante Dave Mazzucchelli laburó con Frank Miller1 en Batman: Año Uno y Daredevil, actualizando estéticamente los cómics de superhéroes, sacándole un poco la paja nerd y el toque infantil que los caracterizó durante tanto tiempo y que tan bien explica McCloud en su libro Cómo se hace un Cómic.

Paul Karasik es escritor, dibujante y profesor en The Rhode Island School of Design y la Scuola Internazionale di Comics en Florencia. Labura como ilustrador para The New York Times, The New Yorker y Nickelodeon Magazine Group. Su trabajo más importante fue City of Glass.

La versión en castellano que aquí se reproduce corresponde a la primera edición realizada por Ediciones La Cúpula (España). Luego fue reeditada por Anagrama con un interesante Prólogo del autor de Maus y principal promotor de la adaptación de Mazzucchelli y Karasik: Art Spiegelman.

A continuación les dejamos el link para descargar la Primera Parte:

http://www.sendspace.com/file/9rqdtd

1) Autor de Sin City, historia adaptada y llevada al cine con buen tino por Robert Rodríguez.

Cómo se hace un Cómic*


Cómo se hace un Cómic de Scott McCloud puede ser leído como una obra capital dentro del mundo de la historieta, pues desentraña sus gramáticas de producción recurriendo al mismo lenguaje del cómic. Su originalidad reduce de esta forma el extrañamiento que produce el lenguaje académico dentro del Gran Público. También puede ser entendido como un didáctico manual para jóvenes amantes de la historieta.

Aunque en realidad lo que McCloud logra en este libro excede con creces cualquiera de estas categorizaciones, desembarazándose del pesado sello de libro metadiscursivo o de manual pedagógico a la usanza de Andrew Loomis.

Cómo se hace un Cómic es muchísimo más que un simple libro de historietas, es una aguda reflexión sobre el lenguaje y la forma. Es una afirmación del lugar primordial de la morphé y sus capacidades narrativas. También vale la pena prestar especial atención a las consideraciones acerca del tiempo y el espacio que se plasman en la Capítulo04.

El libro de Scott McCloud menta sobre la forma que tenemos de percibir e interpretar el mundo, de cómo las visiones que tenemos del él constituyen los cómics y, por qué no, de cómo el cómic constituye nuestro mundo de sentido.

Link de descarga directa: click aquí.

*Gracias Maia por pasarme este libro y por subirlo a la red.

Convivencia Sagrada


Todos los domingos de 21 a 22hs Convivencia Sagrada con Santiago Carmona y Facundo Manini. Radio en Vivo.

Everyday Life is War


Es innegable el impacto que las nuevas tecnologías de la información, sobre todo internet, tienen sobre las formas de producción y circulación de datos: desde los números del mercado de valores hasta el porno más oscuro se transmite y comercializa por la web. En el plano del arte la influencia de la Internet no es menor, así se puede encontrar tanto museos on-line, como sitios dedicados a la crítica cultural, la producción literaria, de artes visuales y música.

Para no pocos el advenimiento de la Internet ha significado la posibilidad de dar a conocer sus producciones a bajo costo y con cobertura global. Esto ha envalentonando a parte de la intelligentzia massmedia para proclamar a viva voz el inconmensurable potencial democrático y liberador de la Internet.

La realidad es que la mayor parte de las producciones que imperan en la red tienden a compartir un denominador común que mucho dista de la idea de liberación: la confesión. La Internet se ha conformado como un territorio apto para satisfacer una inquietante propulsión a la exhibición, erigiéndose en un enorme y afeminado diario íntimo. Basta echar una mirada a la Internet 2.0 para ver como el afán de exposición conforma la gran cantidad de producciones que llenan la red. Y la democracia esgrimida no es más que un acceso más o menos sencillo a la publicación de textos: escritos, fotográficos, de audio y video.

Pero no todo es gris en la web, como contrapunto a lo señalado se pueden encontrar textos que logran despegarse de la mediocridad confesional imperante, comunidades que producen conocimiento y desarrollan poéticas que corren los límites de lo enunciable, jóvenes entusiastas de la literatura, de la música, de las artes visuales que buscan nuevas formas, que se desmarcan de la pesada tradición o simplemente la reconocen como aquello que es: condición de producción y no condicionante de la producción.

Este es el peculiar caso de Everyday Life is War (ELW) el primer disco de Futuro Primitivo (http://futuroprimitivo.com/). Futuro Primitivo es la máscara que tuvo que brindarse el todavía sub-30 Matjas Mon para poder sacarse de encima sus pasado grunge. ELW es un trabajo individual concebido en la soledad de un cuarto. El cuarto como atelier, como Estudio, como un universo lleno de posibilidades. Aquí las nuevas tecnologías son aprovechadas como un portentoso tool box que posibilita construir los más bellos sonidos. De esta manera el disco, netamente instrumental, logra crear atmósferas muy íntimas y personales. Otro punto nodal que resulta interesante es haber logrado desabotonar el corset que implicaban las gramáticas de producción rockers.

Como esas fotos sacadas frente al espejo, donde las adolescentes de Villa del Parque exponen sus bellos cuerpos desnudos, con los flashes quemando gran parte de la composición. Matjas logra desnudar un mundo de sonidos imposibles y los expone en la Web. Aquí hay una práctica privada que tracciona la música hacia desconocidas orillas y encuentra circulación en la internet 2.0. Hay una intención, un interés por poner algo nuevo allí donde antes no había nada. Una nueva lectura, una nueva interpretación. La música de ELW no puede ser definida fácilmente, y si bien podría entrar dentro de la electrónica, la propuesta de Futuro Primitivo excede las pistas y encuentra nuevas posibilidades interpretativas en un mundo multitag.

Desde el arte de “tapa” hasta las texturas sónicas logradas por el sampleo de sirenas, gritos, chicharras la estética postapocalíptica emerge como la pesadilla de una generación que abrazó los movimientos globales de Seattle, los Movimientos Sin Tierra en Brasil, el EZLN y las Asambleas Populares en Caballito. Abrazó todo lo que tenía para abrazar y se desilusionó al descubrir que sus ídolos e ideólogos tenían pies de barro. Leyó a Negri y a Klein y descubrió rápido el engaño. O simplemente se relajó en una bella remera parlemitana con la cara del Subcomandante Marcos. ¿Hoy tienen la cara de Evo Morales?

ELW es el revés darkie de Manu Chao. Es un escupitajo en el ojo de los movimientos de “liberación” globales y en la adyacente buena conciencia de la música comprometida. ELW dice más que mil palabras desde su fulgurante nihilismo. Desde aquí ELW se transforma en poderoso, introduciéndose por senderos poco transitados y abriendo caminos allí donde hasta hace poco solo había selva.

Chemical Brothers - Star Guitar



La nueva música popular global en las manos de dos ingleses. Un video donde el uso de la imagen en pos de la música no se observaba desde aquella empresa épica que Walt Disney tituló Fantasy.

Puro goce.

Mingus


Por Facundo Carmona

Wayne Rodgers esquiva el primer golpe destinado a su mandíbula con una habilidad sorprendente. Su cuerpo aún recuerda la infancia en Tucson, el hostigamiento de su padre y las privaciones del ghetto. Aunque tal disponibilidad no alcanzó para evitar el segundo puño, que se incrusta en su estómago con la fuerza de una maza hidráulica.

El oponente lo mira y ríe a carcajadas. Mientras que una vibrante risotada nace en lo más profundo de su cavernosa caja torácica. Festeja feliz el ocurrente golpe. Su cuerpo también dispone de habilidades que exceden el talento que detenta como bajista. Charles está contento, hace tiempo que no es tan feliz, su amor se contagia al resto de la Sala A de los Estudios X que también carcajea de forma indócil.

El clarinetista Wayne escapa de una pertinaz lluvia de hielos, mientras que el whisky vuelve a danzar entre los vasos de la banda. No da crédito a lo que ven sus ojos, una fiesta salvaje se materializa en la sala y la música invade hasta el último espacio disponible. El cacique de la tribu echa a los últimos elementos que llamaban a sosiego y comienza a tocar con una pasión abrasadora, tensando las cuerdas de su contrabajo al máximo de su complexión.

El Quinteto se ha diezmado, los pocos curiosos y directivos que quedaban escapan, como cucarachas, por los pasillos de los Estudios X. Tan solo Tony Morello y dos secretarias de color son aceptados en el festejo. Mientras tanto, los cuerpos de los músicos se contorsionan sobre los instrumentos, Mingus grita, golpe de timón, el tempo se hace más rápido, se amplifican los sonidos. La música sigue hasta entrada la madrugada. Esa noche han nacido melodías que precederán a sus intérpretes, momentáneos jugadores, en su etérea belleza.

Dave Brubeck: White Jazz


Por Facundo Carmona

En el bien pensante mundo del jazz parece ser que estar vivo y ser blanco es un pecado imperdonable. Tal es el caso de Dave Brubeck que a sus 87 años sigue deslumbrando a la audiencia en esporádicos recitales, así como también sigue siendo denostado por parte de la crítica especializada.

Se dice que el artista de jazz está constantemente oscilando entre dos orillas: una popular, producto de las raíces del género y otra intelectual, plegada al vanguardismo del mismo. Pero esta es una división odiosa y especulativa, producto del trabajo del analista cultural que condena o beatifica por medio de un artificio de enclasamiento. Que marca con un sello ISO 9001 aquello que merece ser llamado auténtico en el terreno de la música. Donde un día la condena es a la llamada alta cultura y se beatifica lo popular sin mínima reserva, y al otro día se recurre a la ecuación inversa sin un leve rubor de mejillas.

En definitiva las discusiones son siempre las mismas: si hay un arte auténtico y quién tiene la última palabra sobre la verdad del arte. ¿Existe esto? ¿La posibilidad de un arte auténtico en detrimento de otro que cargue con la marca de la inautenticidad? Aquí no interesa dilucidar un problema de tal magnitud. Para esa tarea existen voces gustosas de cantar loas a la buena cultura.

Aquí tan solo se centrará la mirada en Dave Brubeck, pianista, compositor e interprete; como padre de dos discos memorables: Gone With The Wind y Time Out. Ambos grabados en 1959 con el aporte del genial Paul Desmond en saxo.

DB nació en 1920 en la ciudad de Concord (California) donde se crió en el seno de una familia burguesa y religiosa. De chico no fue abusado sexualmente, no se le murió un hermano ahogado, no trabajó en plantaciones de algodón, no veía a sus hermanos cantar gospel, ni aprendió a tocar el piano con un negrito andrajoso del profundo Mississipi.

Dave era un niño adinerado que tocaba en su piano música clásica, que combatió en la Segunda Guerra, donde se hizo el tiempo de organizar una pequeña orquesta militar, y que de adulto no perteneció a ninguna vanguardia (salvo un octeto experimental de corta vida). Y, como tantos jóvenes de su época, un día se cruzó con la magia de Duke Ellington, trastocando su vida de manera radical. La música del pianista de Washington lo decidió a abandonar la música clásica y comprometerse definitivamente con el jazz. Hasta aquí es entendible que una biografía así no despierte mayor interés en la crítica ni en los realizadores de películas multimillonarias.

Sin embargo la música de Dave ha escrito una de las mejores páginas del Siglo XX. La calidez de su música, la prolijidad de las interpretaciones y el groove (la onda, en criollo) con es representada lo ubican como uno de los mayores exponentes del cool jazz. Basta para ello escuchar la deliciosa versión de Georgia On My Mind de Ray Charles grabada con su cuarteto en Gone With The Wind. ¡Si hasta el propio Ray se sacó el sombrero! La dulzura con que es tocada la pieza, la introducción con la melodía del piano a la cual de forma sutil se le agrega el bajo, saxo y batería logran uno momento experiencia sensoria única.

Acto seguido la desfachatez se hace presente con Camptown Races de Stephen C. Foster (1826-1864), una melodía para niños del S. XIX repetida por dos, que electriza y divierte. El lector que peine sus primeras canas podrá hacerse una idea de ésta pues es la canción que cantaba el Gallo Claudio en los cartoon. Hacia mediados del S. XX poner una canción para niños en un disco serio era mínimamente arriesgado. Basin’ Street Blues, Gone With The Wind derraman buen gusto y diversión, la última con elementos de la música europea cierra el disco homónimo de forma magistral.

Time Out sea tal vez, junto con Kind of Blue de Davis, uno de los discos más representativos del cool. Por su masividad, por ser fácilmente audible y también por el apoyo del gobierno de los EEUU. Pero esa es una historia que quedará para otro momento.

La apertura del disco con Blue Rondo allà Turk esta cargada de sinergia épica al uso de Maurice Ravel. Golpea y mucho, golpea fuerte en el medio del pecho saliendo un poco de la estructura armónica del cool. Aunque la misma es recuperado en el relajado Strange Meadow Lark. Es interesante escuchar la versión de Blue Rondo, enorme y magnificente, hecha por el trío inglés Emerson, Lake & Palmer en el tradicional festival de la Isla de White (1970). Una versión rara y eléctrica con componentes del futuro rock progresivo insular.

Pero la pieza que proyecta definitivamente al cuarteto es Take Five. Un clásico del jazz, mal que le pese a muchos. Un tema pequeño, prolijo y sensual que da en el clavo de todo arte: generar una experiencia erótica, placentera en el oyente. Ese es jeite, que una melodía pueda ser gozada por oídos inexpertos, por oídos que tan solo quieren escuchar, es el gran logro de Brubeck.

La música de Brubeck logra que se la incorpore a los repertorios cotidianos del gran público. Una virtud que puede transformarse en intolerable para aquellos buscadores de cánones áureos.

Los temas mencionados, más los restantes que completan los 15 totales de los dos discos, abren la posibilidad de una experiencia erótica, de placer sensual con las armonías. Muchas veces lo espurio, lo simple y lo medido generan un goce directo, inocente, que no necesariamente se liga a una capacidad intelectual… O de clase. Se pueden disfrutar los saltos de Giant Steps y entender la belleza de la melodía, pero también lo logra la presunta superficialidad de Take Five sin la sofisticación armónica del genial Coltrane.

La única recomendación para escuchar a Dave Brubeck es poder querer prestar oídos de mozalbete a la música que nos llama con el mismo ardor y pasión que hace casi 50 años atrás.

Banda Black Rio: Negritos con Onda en Rio de Janeiro.


Si vivís en Buenos Aires, los domingos de invierno pueden llegar a ser, como mínimo, aburridos y monótonos. El desolador paisaje de edificios y cielo nublado, la humedad al 100%, el frío y la garúa finita que cala los huesos, nos invitan a permanecer guarecidos en nuestros hogares. Ni hablar cuando no hay fútbol, novia/o o asado familiar que nos ayuden a aligerar la congoja que esconde el primer día de la semana.

Pero, ¿Cómo paliar esos días de angustia? ¿Existe alguna solución para esto? Una posibilidad, que no contempla el suicido, es la música y los libros. El tema es que no todos los libros y los discos son convenientes para esas jornadas. Intenten leer El Astillero, o escuchar a Joy Division, un día gris y mohoso. No es una elección conveniente. No se recomiendan libros aquí, pero desde ya se sugiere dejar Onetti para otra fecha, así que nos abocaremos a la música.

La banda que nos va a liberar durante unos escasos minutos de la embolia dominguera es Black Rio, formada en 1976 en la ciudad de Río de Janeiro. ¡Qué mejor que un poco de efervescencia brasilera! Los Black Rio han logrado mixturar influencias propias de la cultura carioca, como la samba, con elementos del funk, del soul y del disco de los 70. Si los tuviese que definir en una palabra no podría. Tampoco en dos. Y si fuese en tres sería: glamour funkie brasileño. Música divertida, temas bien tocados y ese toque tropical que los brasileños tan bien saben llevar adelante. Una genialidad.

Imagínense poner en una coctelera a James Brown, Marvin Gaye y un kilo de Carmen Miranda, bananas, mangos, frutillas, cachaça y samba callejera. Una molotov, empalagosa y destructiva. Bueno, así de indigestos y nocivos son los Black Rio. Una especie de tropicalismo del funk y el soul, pero sin el farsante seductor de cuarentonas de Caetano Veloso. Es un trago pesado, nos puede caer mal al otro día, pero al beberlo nos cincela una sonrisa en el medio del rostro.

El disco en cuestión es Gafieira Universal de 1977, su segundo LP. El mismo cuenta con diez temas de los cuales se destacan: Chega Mais (Imaginei Você Dançando) que abre el disco con guirnaldas y espíritu de carnaval. Al cual siguen Vidigal y Gafieira Universal. Este último, bien podría ser un tema de Travelling Without Moving de Jamiroquai. Rio de Feveiro, pura exitación negra de soul, le canta al fútbol, al carnaval y obviamente a Rio. Dança do Dia, el tema 7, es una samba/funk instrumental con elementos del jazz de Chick Corea y Return To Forever. Casi pegada le sigue Samboreando, otro tema instrumental con sintetizadores, pitos y matracas. Tal vez los dos mejores temas del disco.

La duración total es de 33:04 y tal vez sea, tanto para bien como para mal, demasiado homogéneo. Lo cual le resta un poco de diversidad y por momentos, para el oído poco aguzado, sea algo tedioso. A favor del disco podemos decir que, lo más probable es que no fuese pensado para ser escuchado en su totalidad. Lo fundamental es que nos sirve para acercar a Bs. As., en tiempos de heladas y nieve, una brisa tropical que devuelva un poco de color(inche) a la ciudad.

Advertencia: pueden sonar grasas y anacrónicos como Kool And The Gang y Earth, Wind And Fire. Si no te gusta la música negra, sudada y exuberante no te molestes en buscarlos. Sino andan dando vueltas en el eMule y similares, desde donde podes bajarte su música para fiestas.

Acá les dejó un link para verlos en acción:
http://www.bandablackrio.com/principal.php?page=/videos.php

Publicado originariamente en Malón Literario.

Club Atlético Fernández Fierro


Por Facundo Carmona

Caminar por el Abasto puede ser una experiencia anodina si se la mira con desdén. Sin embargo, sus callejuelas iluminadas por luces trémulas y las bocacalles saturadas de basura y excremento; esconden un bullicioso ecosistema urbano. La pantalla del celular marca 21:25 PM y la poca gente que deambula por la acera son parte de los habitantes multiétnicos del barrio: silenciosos bolivianos de pies pequeños, peruanos bebedores de Inca Cola, paraguayos que discuten entre niños y el penetrante olor a fritura que baja como un alud desde los conventillos. El panorama de tolerancia y hermandad cuchillera se completa con coreanos y rusos que, ahogados en sus balbuceos idiomáticos, miran silenciosos el cuadro disgregado.

Sin embargo el paisaje comienza a variar con el correr de los minutos, los teatros abren sus puertas, en un restaurant de comida hindú dos parejas se sientan a la mesa para saborear el sinsabor de la oriental artimaña culinaria. Las colectividades se van replegando de apoco, abriendo el campo a los primeros visitantes de la noche: intelectuales orgánicos, catequistas de izquierda, hippies kosiuko, hordas de aborigenistas de ciudad que rememoran sus antropológicas vacaciones en el NOA. Hasta que el espectáculo es completado con un par de mods palermitanos: lentes de marco grueso y sacos de cuero que merodean los teatros enclavados en la calle Humahuaca.

En el centro de este gran souffle se encuentra el Club Atlético Fernández Fierro, el remozado galpón donde la Orquesta Típica Fernández Fierro (OTFF) toca regularmente todos los fines de semana. En la entrada se amontonan numerosas parejas y grupos de diversas edades, géneros y nacionalidades. En la fila que conduce a las boleterías, una jovenzuela de pelo azabache, metro sesenta, buenas y prominentes formas habla por celular. Espera a alguien, se impacienta y cede el lugar desconsolada. Sobre sus pechos una constelación de pecas vibran al ritmo de su respiración.

El nombre del lugar es, mínimamente, original. En algún sito se puede leer la definición de Club como “un grupo de personas libremente asociadas, o sociedad, que reúne a un número variable de individuos que coinciden en sus gustos y opiniones artísticos, literarios, políticos, filantrópicos, deportivos, etc., o simplemente en sus deseos de relación social”. ¿El tango aglutinaba a las 200 personas que se encontraban ahí?

La respuesta llego a las 23:45 cuando comenzaron a sonar las primeras notas de “Las luces del estadio”, de Jaime Roos y “Buenos Aires hora cero”, de Piazzolla un magnífico medley que irrumpió con virulencia en el silenciosos público. Una estampida de elefantes sepultó bajo sus patas al auditorio, que tan solo unos minutos antes se contorsionaba torpemente al ritmo de algunos standars clásicos del género. Sin embargo lo que prosiguió a la danza fue algo completamente diferente: un golpe de knock out directo a la mandíbula, el estremecimiento ante el poder de la música, los golpes en el estómago, las pulsaciones aceleradas. Estos muchachos estaban demoliendo el lugar.

Más allá, el tango tamizado por sus manos tiene la vigor de Mussorgsky, la oscura y profana violencia de La Noche en el Monte Calvo o de ciertos pasajes Cuadros de una Exposición. Pero más acá: una velocidad que actualiza el sonido del género sin recurrir a la ortopedia de la electrónica, demostrando que lo clásico puede irrumpir en lo moderno sin imposturas: sin el peluquín de los jóvenes de ayer y sin la vacuidad sonora de los de hoy.

La OTFF juegan al límite, son un dique a punto de reventar, que se agrieta paulatinamente. Y esto se produce, finalmente, cuando el Chino Laborde sale a cantar, vestido de mujer, “Trenzas”: voz grave, gesto adusto, venas al límite, retumba el escenario. Se va todo al carajo: una cascada de talento y energía, investida por una actitud 100% rocker; sin solemnidad tanguera, sin Silvio ni Copes. Los tangos de OTFF, propios y ajenos, suenan a esta Buenos Aires, no hay guiños al pasado, no hay estridencias gardelianas.

Desde el momento en que suena la primer nota hasta la última, se suspende momentáneamente la historia, las influencias, los covers (después habrá espacio para el análisis y las influencias, que las hay). Actual y contundente es su música, y no nos cansamos de repetir, la propia y la ajena, porque está última borra los copyright, las interpretaciones canónicas y se transforman en únicas.

Al salir la alegría de los asistentes es inmensa. En la calle dos pibes se pelean frente a una chica en chancletas, otro manguea una moneda, hay tranzas fugaces, rupturas y amoríos, mucha velocidad, mucho microondas. La gente se aleja con una sonrisa, tenían la certidumbre de haber de escuchado parte de la ciudad.

310 Fotos


Por Facundo Carmona

El buque arriba 22:30. Es un día idéntico a cualquier otro. Hay que hacer algunos trámites, esperar los bolsos en la cinta mecánica y tratar de conseguir un taxi. En lo posible uno en el cual el chofer no tenga cara de facineroso. Hace calor, está promediando el verano, aunque Buenos Aires sigue semi desértica. Subimos al auto y ella se duerme automáticamente. Los edificios de Catalinas tienen las luces apagadas.

En la mochila la cámara, y en la cámara 310 fotos. 310 fotos ordenadas cronológicamente: con flash, sin flash, de un dedo, del mar, de un negrito, de un edificio encantador, de un mate, de una bandera, de ella, de mí. 310 fotos; algunas anecdóticas, de esas que uno pone en la repisa; otras con una mirada más “profunda”: las cuales uno atesora como muestra de su virtuoso ojo avisor.

Una semana, una quincena o un mes. No importa. Ellas están ahí para atestiguar nuestras vacaciones y celebraciones; y también nuestros accidentes, auditorias, seguros, etcétera. Mera reproductividad técnica al servicio de la memoria. El taxi avanza por Av. Córdoba, el tachero me dice algo sobre el clima, no lo escucho. La cámara me requiere. El tipo intenta un nuevo embate, pero desiste. Sigo mirando fotografías. 310 fotos y ninguna historia. Las fotos zumban por la pantalla LCD y no aflora el relato. Me acuerdo de Aira: “la fotografía no dio un artista que pueda ponerse a la altura de un Picasso o de un Stravinsky o de un Eisenstein. Y no es cuestión de esperar, porque el pasaje (de un simple medio a la expresión) se da en un momento temprano, o no se da nunca”.

También me acuerdo del Walsh de “Fotos” y de las palabras de un profesor sobre la fotografía, la cultura popular y el arte. Lo de siempre. El coche, es uno de esos diminutos e incómodos modelos 2007, se llena de aire de lluvia. El clima se pone un poco más denso, suena un trueno a mi derecha, sobre Palermo. Falta poco, unas seis cuadras. Pienso en Walsh, en la mentada sombra de Borges y el atino de sumergirse en la no fiction. También en las balas y en la pasta de héroe. Todos tienen sus héroes, hasta los intelectuales “comprometidos”.

Sin embargo la fotografía carece de su Walsh. No puede salir del mero periodismo, de la crónica, como tampoco de la publicidad y la anécdota. Acumulación de datos muertos: la nena y el helado, un globo tomado en contra picado y recortado sobre un cielo marmolado (obvio, en blanco y negro), fotos de niños ricos paseando por las ruinas de un ciudad de Oriente. Nuestras vivencias cotidianas retratadas, petrificadas en 10x15, pero jamás narradas.

Llegamos. Pago y le digo al chofer, tendría unos cuarenta y cinco años, algo sobre el aumento de los servicios. El tipo me sonríe y me contesta una boludez, sobre los negros y la policía. Subimos presurosos, tiramos las cosas en el suelo. Pido una pizza, prendo la compu y me pongo a bajar fotos.

JP


"Un hombre nada puede desear a menos que antes comprenda que sólo debe contar consigo mismo; que está solo, abandonado en la tierra en medio de sus infinitas responsabilidades, sin ayuda, sin más propósito que el que él mismo se fija, sin otro destino que el que él mismo se forja en la tierra"

Jean Paul Sartre

Servilletas...



Por Facundo Carmona

Martín abre los ojos con dificultad, le duele la cabeza. Chasquea la boca pastosa, espera que el dormitorio deje de girar, y se levanta de la cama. Sin dispensar una palabra a sus padres que, encorvados sobre la mesa, observan la humeante fuente de ravioles, cruza el living a toda velocidad y se mete en el pequeño baño de servicio; un fuerte retorcijón le recorre la panza. Mantiene la luz apagada, le molesta el reflejo en los ojos, y trata de recordar que hizo la noche anterior.

Algunos fogonazos mnémicos lo ubican en el sótano pop al que había ido con Walter y Marcos: las chicas que repartían caramelos y gajos de naranja en bandejas de cerámica, los tragos multicolores, que por exóticos no lavaban el mal gusto de la boca, un número de teléfono anotado en una servilleta arrugada. Muchas veces pensó en llevar una birome así no tenía que pedir lápiz y papel en la barra, pero había desistido frente al escaso nivel de sus conquistas… No justificaban el implemento. Alguien golpea a la puerta. Es su madre que le pregunta si está bien. “Sí, sí…”, dice Martín. “¿Necesitas algo?”, insistió la madre. “No, ya voy”.

Sale del baño a los tumbos y busca en el jean el número de teléfono. No lo encuentra, lo había quemado a la salida. Era de una estudiante de letras, ávida lectora de Henry Miller. No merecía que la llamen, pensó, una mujer que lee a Miller lleva su vida sexual con el erotismo de una soft porno barata. Y se sentó a la mesa a compartir la cena dominical.

El día estaba oscuro y frío, el receso de invierno le había sacado los partidos y la Facultad. Sin exámenes y Fútbol de Primera la cosa se complica, le había dicho Walter antes de dejarlo en su casa. Recordó la vuelta en el auto de Walter; habían agarrado Sarmiento derecho y en el estéreo sonaba la versión de Años del efímero dúo Calamaro/Prodan. De vez en cuando se detenían para que Marcos vomitara unas pequeñas tortillas verde limón por la ventanilla. A veces no está bueno acordarse de todo, se dijo Martín mientras jugaba con un raviol.

Sin nadie a quien llamar, su novia lo había dejado hacía dos meses y sus amigos se encontraban en el mismo estado de catatonia, recurrió al paliativo del consumo: comprarse discos en el Parque Rivadavia. Por un módico precio podía obtener un placebo efectivo contra la angustia dominical. Y, aunque bien supiera que luego de la primera escucha las cosas volverían a su estado normal, los cuarenta y cinco minutos de tranquilidad que le proponía un cd eran su mejor opción.

Caminó las ocho cuadras que lo separaban del Parque tiritando de frío. Al llegar se detuvo frente a un puesto de libros, desde donde dos gatos atigrados lo miraban con desdén; ojeó algunos hasta que las manos le empezaron a picar. Se alejó sin decir palabra. Pulgas.

Decidió no perder tiempo con la literatura y se dirigió al local de Fermín, que tendría más o menos la edad de sus padres, donde siempre encontraba alguna “joyita” a precio conveniente. Fermín le caía bien pero a veces se ponía un poco pesado tratando de que convencerlo de que lleve sus “joyitas”: viejos discos de rock sinfónico noruegos, trovadores latinoamericanos y demás chucherías musicales. Por suerte, el viejo puestero no estaba, y su lugar era ocupado por su primogénito.

Para Martín, si Fermín era un pesado, su hijo era un auténtico pelotudo. Pelo largo, teñido de negro azabache, piercing en la nariz, Andrés andaba alrededor de los 18 años, y tenía un halo lánguido y pálido que a Martín lo remitía a los retratos de Felipe el Hermoso de España. Con la diferencia de que este príncipe de cara enfermiza gobernaba el boliche de hojalata de su padre acompañado de su novia, una quinceañera dark de pelo violeta y campera de cuero con pins de El Otro Yo. “Hola”, dijo Martín con un esbozo de sonrisa en los labios.

No recibió respuesta alguna de los adolescentes. La pareja no se inmutaba, se besaban desde hace una eternidad. El espectáculo no era del mejor, y si bien trataba de focalizarse en los discos, que pasaban entre sus dedos como carpetas en un fichero, no podía dejar de observar la danza de lenguas rojas recortarse sobre el blanco de sus caras. Un nuevo retorcijón le cortó la panza en dos. Si no salía rápido de ahí iba a tener un grave problema en el pantalón. Agarró un disco a la marchanta, y algo brusco, les dijo: ”Me llevo este”. Los adolescentes se sobresaltaron un poco frente a la presencia fantasmagórica del cliente de cara amarilla y pelo enredado. “Ok”, dijo Andrés; “son 15 pesos”.

Martín metió la mano en los bolsillos, buscando el billete de veinte que le había sobrado de la noche anterior. Pero solo encontró pelusa, dos monedas de 50 centavos y un caramelo cherryliptus. Se fijó en los bolsillos de atrás y en el quinto bolsillo del jean, hasta dar con un triángulo imperfecto. El papelito rosado se había reducido casi en su totalidad, mientras que su margen derecho mostraba los chamuscados resabios del fuego.

Maldice en silencio y levanta la vista hasta cruzarse con la mueca de desprecio que le dispensa Andrés parapetado detrás del mostrador. Un silencio incómodo sobrevuela a los tres. Martín le pide que se lo reserve, que va a volver. Extrañamente se siente en deuda con la pareja. Vuelve a su casa y se acuesta. Entre las sabanas encuentra la servilleta, en ella un número y un nombre escritos en birome violeta. Levanta el tubo y llama…